Puede claro que la producción agrícola orgánica compite favorablemente con la agricultura convencional industrializada en todos los renglones, incluyendo rendimientos, beneficios para el agricultor y las economías rurales, calidad para el consumidor, el combate contra el hambre, y la protección ambiental. Quede claro que las metodologías de la agricultura orgánica tienen tanto o más rigor científico que el agro convencional y que éstas representan la vanguardia de la agricultura del futuro. Llámenle como quieran- agroecología, permacultura, producción ecológica, biológica, limpia o biodinámica- esta modalidad de producción agrícola, que combina lo mejor de las antiguas tradiciones y la ciencia moderna, es la mejor apuesta para hacerle frente a los apremiantes retos globales del cambio climático, el cénit del petróleo, la crisis alimentaria y la debacle económica mundial.
Estamos claros en eso, pero no es suficiente. La agricultura orgánica será una propuesta efectiva de cambio sólo en la medida en que ésta se integre dentro de los movimientos locales y globales que luchan por la soberanía alimentaria, la justicia climática, el reconocimiento de la deuda climática, los derechos de la mujer, y la organización sindical; y en contra del neoliberalismo, la privatización, el imperialismo, y el control corporativo; en contra de las patentes sobre la vida y por la defensa de la semilla y el agua como bienes comunes inalienables; y también las luchas por el derecho humano a la vivienda, la educación, la salud y el alimento. En una sola palabra: justicia.
Esto significa que el concepto "orgánico" no puede ser el único criterio a la hora de hacer juicio sobre la producción agrícola. Hay otros elementos que deben ser considerados. Cito un excelente escrito del colombiano Mario Mejía Gutiérrez:
"Es imprescindible recordar la existencia de valores, principios y propuestas sociales de mayor categoría que lo económico y lo ecológico, en particular elementos morales, éticos, históricos, filosóficos, políticos, religiosos y espirituales; desde luego, sin agotar la lista, aportamos algunos ejemplos: verdad, bondad y belleza, la trilogía de Mokiti Okada, formulador de la agricultura mesiánica; justicia, como lo señala la propuesta agrícola de Nitiren; amor y perdón, como lo planteó Jesús; compasión, si seguimos a Buda; las virtudes de la iluminación personal, al estilo de Lao Tse: austeridad, laboriosidad, humildad, lealtad; libertad en relación con la paz, la democracia, el ejercicio de la propia cultura, el derecho a ser... ¿Se podrá construir un sistema social de relación solidaria perdurable entre productor de alimentos sanos y consumidor comprometido solamente con argumentos económicos y ecológicos?"
Efectivamente, hay una multiplicidad de valores y criterios a considerar, que van más allá de dólares y centavos, inclusive más allá de estrechos conceptos de protección ambiental. A los enumerados por Mejía Gutiérrez yo añadiría más: amistad, solidaridad y patriotismo.
Sí, patriotismo, como es el caso del amigo Raúl Noriega, quien lleva sembrando su finca continuamente por más de veinte años, y practica la agricultura orgánica desde el 2000. La finca, localizada en el barrio Pasto de Aibonito, donde viven juntos cuatro generaciones de Noriegas en una humilde casita, está en manos de la familia desde hace más de 150 años. Raúl ha sufrido un ataque al corazón, un derrame cerebral, y una amputación, y más recientemente perdió la vista de un ojo, y sin embargo continúa dedicado a la agricultura con la misma energía que cuando comenzó a practicarla. Es además miembro de la Cooperativa Orgánica Madre Tierra, y miembro de la junta directiva de la Cooperativa Agrocomercial, la cooperativa agrícola más vieja del país, con sobre 70 años de existencia. Dirige ahí el Comité de Educación, entre cuyas labores está la publicación del periódico agrícola cooperativista "Agrocooperando", del cual yo soy jefe de redacción.
Como si no tuviera suficientes deberes, Raúl también está en el comité coordinador de las Vigilias por la Dignidad que se realizan el día 23 de todos los meses- cada mes en un pueblo distinto- para conmemorar el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos. Y es miembro activo del Taller Educativo Aiboniteño Filiberto Ojeda Ríos y del Centro Cultural de Aibonito.
No puedo hablar de Raúl sin mencionar a su leal esposa Laura Morcilio, quien lo ha acompañado en las buenas y en las malas por sobre veinte años y quien debido al delicado estado de salud de su esposo, realiza la mayor parte del trabajo en la finca. Siempre que se le de un justo y bien merecido homenaje a Raúl, Laura deberá ser igualmente reconocida.
Eso es patriotismo. Eso es algo que todo buen puertorriqueño debe considerar a la hora de comprar sus alimentos y a la hora de determinar cómo adelantar la agricultura nacional. Como ven, no basta con preguntar si el producto agrícola que se compra es local y/o orgánico.
Afortunadamente Puerto Rico cuenta con otros luchadores como Raúl, y necesito mencionar dos ejemplos más. Tenemos al orocoveño Pablo Díaz Cuadrado, agricultor que es a la vez independiente y patriótico.
La finca de Pablo no es estrictamente orgánica, pues él utiliza abono sintético en su siembra de café. Pero sería un acto injusto y cretino el despacharlo y ponerlo en la misma categoría que los irresponsables agricultores convencionales que riegan agrotóxicos en sus siembras. Pablo es toda una autoridad en la agricultura ecológica, especialmente en el control de plagas y malezas sin tóxicos, como lo documentó la autora María Benedetti en una extensa entrevista publicada en su libro "Sembrando y Sanando".
Pablo dice presente en todas las actividades independentistas, progresistas y ambientalistas con su mesa en la que vende sus productos, café, miel, jalea, jugos, huevos y más. Todo del país, de su finca, sin pesticidas. El hace esto aún cuando le provoca pérdidas económicas. Desde el punto de vista estrictamente económico, vender su producto en estas actividades, a veces de escasa concurrencia, no tiene sentido. Pero el compromiso desinteresado es la esencia del patriotismo.
Y por último, el digno ejemplo de Toño Alvarez. quien llevó la empresa Pollos Picú al éxito. Desde mucho antes de surgir el pretencioso y rimbombante concepto de "responsabilidad social empresarial", ya Don Toño estaba poniendo en práctica un modelo de capitalismo social, solidario y patriótico del cual pueden dar fe las comunidades de Aibonito y Coamo, los avicultores del país, y quienes fueron sus empleados.
Yo, siendo socialista, rindo homenaje al legado de ese señor quien siendo capitalista y patrono nos dio a todos nosotros cátedra de éxito empresarial, afirmación nacional y desprendimiento solidario. Fue una pena y una tragedia para todos nosotros los puertorriqueños ver cómo esa empresa, que una vez fue orgullo de nuestra nación, se fue al infierno tras la salida de Don Toño, no solamente debido a la mala fe de los yanquis sino también en gran medida a la incapacidad e ineptitud (o peor) de sucesivos administradores.
Yo no estoy diciendo en modo alguno que la agricultura orgánica no sea importante. No quede ninguna duda que aspiramos a nada menos que la total transformación de toda la agricultura nacional y mundial hacia prácticas ecológicas, la abolición de los agrotóxicos, los transgénicos, los monocultivos y los detestables corrales de engorde ("feedlots" en inglés) de la ganadería industrial. No quede duda que obligatoriamente debemos movernos como nación puertorriqueña y como sociedad global hacia la producción agrícola artesanal, post-industrial, no capitalista, post-patriarcal, descentralizada, de huella ecológica reducida, que favorezca el pequeño productor sobre las producciones de escala industrial. Aquellos quienes siendo progresistas y anti-imperialistas crean que las técnicas y métodos del capitalismo del agronegocio se pueden usar para erigir un sistema alimentario justo y ético, que asegure la soberanía alimentaria, están en un grave error.
No podemos pintar un cuadro romántico e idealizado de esas modalidades de agricultura que debemos convertir en cosa del pasado. Picú, al igual que sus competidores y sucesores, era una operación avícola industrial al estilo USA, una modalidad de producción en masa de carnes en encierro en que las aves pasan sus breves y miserables vidas confinadas en ranchos hacinados, al menos cien mil bajo un mismo techo; un sistema agroindustrial inherentemente insustentable debido- entre otras razones- a las enormes cantidades de agua y combustible fósil que requiere su funcionamiento; que tiene el repudio de ecologistas y partidarios de la nueva agricultura ecológica; un sistema cuyos horrores fueron documentados y expuestos en las recientes películas "Food Inc" y "The Meatrix".
En el curso de una investigación sobre la historia de la avicultura en Puerto Rico en 2009 tuve el placer de concocer a Tony Alvarez, hijo de Don Toño, quien tuvo la gentileza de darnos a una colega y a mí un día entero de su tiempo, contándonos la saga de Picú y enseñándonos las fincas que una vez suplieron a la empresa. De todas las personas que entrevistamos en el curso de la investigación, Tony Alvarez fue prácticamente el único que entendía la necesidad de trascender el sistema de producción avícola actual y dar el paso acertado hacia una avicultura ecológica, que trate con dignidad y ética a los animales que nos alimentan.
En definidas cuentas, en nuestro afán de movernos hacia un futuro agroecológico, no podemos reducirlo todo a convencional malo - orgánico bueno. Ojalá fuera así de sencillo, pero ante realidades complejas necesitamos pensamientos complejos.
Por último, hace falta humildad, porque los practicantes y aliados de la agricultura orgánica deben reconocer que aún de agricultores convencionales es posible aprender lecciones muy importantes.
Carmelo Ruiz Marrero
autor, periodista y educador ambiental, y dirige el Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico (http://bioseguridad.blogspot.com/ ), el cual fundó en 2004. Su primer libro, "Balada Transgénica: Biotecnología, Globalización y el Choque de Paradigmas", fue http://www.alainet.org/active/39348&lang=es
Estamos claros en eso, pero no es suficiente. La agricultura orgánica será una propuesta efectiva de cambio sólo en la medida en que ésta se integre dentro de los movimientos locales y globales que luchan por la soberanía alimentaria, la justicia climática, el reconocimiento de la deuda climática, los derechos de la mujer, y la organización sindical; y en contra del neoliberalismo, la privatización, el imperialismo, y el control corporativo; en contra de las patentes sobre la vida y por la defensa de la semilla y el agua como bienes comunes inalienables; y también las luchas por el derecho humano a la vivienda, la educación, la salud y el alimento. En una sola palabra: justicia.
Esto significa que el concepto "orgánico" no puede ser el único criterio a la hora de hacer juicio sobre la producción agrícola. Hay otros elementos que deben ser considerados. Cito un excelente escrito del colombiano Mario Mejía Gutiérrez:
"Es imprescindible recordar la existencia de valores, principios y propuestas sociales de mayor categoría que lo económico y lo ecológico, en particular elementos morales, éticos, históricos, filosóficos, políticos, religiosos y espirituales; desde luego, sin agotar la lista, aportamos algunos ejemplos: verdad, bondad y belleza, la trilogía de Mokiti Okada, formulador de la agricultura mesiánica; justicia, como lo señala la propuesta agrícola de Nitiren; amor y perdón, como lo planteó Jesús; compasión, si seguimos a Buda; las virtudes de la iluminación personal, al estilo de Lao Tse: austeridad, laboriosidad, humildad, lealtad; libertad en relación con la paz, la democracia, el ejercicio de la propia cultura, el derecho a ser... ¿Se podrá construir un sistema social de relación solidaria perdurable entre productor de alimentos sanos y consumidor comprometido solamente con argumentos económicos y ecológicos?"
Efectivamente, hay una multiplicidad de valores y criterios a considerar, que van más allá de dólares y centavos, inclusive más allá de estrechos conceptos de protección ambiental. A los enumerados por Mejía Gutiérrez yo añadiría más: amistad, solidaridad y patriotismo.
Sí, patriotismo, como es el caso del amigo Raúl Noriega, quien lleva sembrando su finca continuamente por más de veinte años, y practica la agricultura orgánica desde el 2000. La finca, localizada en el barrio Pasto de Aibonito, donde viven juntos cuatro generaciones de Noriegas en una humilde casita, está en manos de la familia desde hace más de 150 años. Raúl ha sufrido un ataque al corazón, un derrame cerebral, y una amputación, y más recientemente perdió la vista de un ojo, y sin embargo continúa dedicado a la agricultura con la misma energía que cuando comenzó a practicarla. Es además miembro de la Cooperativa Orgánica Madre Tierra, y miembro de la junta directiva de la Cooperativa Agrocomercial, la cooperativa agrícola más vieja del país, con sobre 70 años de existencia. Dirige ahí el Comité de Educación, entre cuyas labores está la publicación del periódico agrícola cooperativista "Agrocooperando", del cual yo soy jefe de redacción.
Como si no tuviera suficientes deberes, Raúl también está en el comité coordinador de las Vigilias por la Dignidad que se realizan el día 23 de todos los meses- cada mes en un pueblo distinto- para conmemorar el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos. Y es miembro activo del Taller Educativo Aiboniteño Filiberto Ojeda Ríos y del Centro Cultural de Aibonito.
No puedo hablar de Raúl sin mencionar a su leal esposa Laura Morcilio, quien lo ha acompañado en las buenas y en las malas por sobre veinte años y quien debido al delicado estado de salud de su esposo, realiza la mayor parte del trabajo en la finca. Siempre que se le de un justo y bien merecido homenaje a Raúl, Laura deberá ser igualmente reconocida.
Eso es patriotismo. Eso es algo que todo buen puertorriqueño debe considerar a la hora de comprar sus alimentos y a la hora de determinar cómo adelantar la agricultura nacional. Como ven, no basta con preguntar si el producto agrícola que se compra es local y/o orgánico.
Afortunadamente Puerto Rico cuenta con otros luchadores como Raúl, y necesito mencionar dos ejemplos más. Tenemos al orocoveño Pablo Díaz Cuadrado, agricultor que es a la vez independiente y patriótico.
La finca de Pablo no es estrictamente orgánica, pues él utiliza abono sintético en su siembra de café. Pero sería un acto injusto y cretino el despacharlo y ponerlo en la misma categoría que los irresponsables agricultores convencionales que riegan agrotóxicos en sus siembras. Pablo es toda una autoridad en la agricultura ecológica, especialmente en el control de plagas y malezas sin tóxicos, como lo documentó la autora María Benedetti en una extensa entrevista publicada en su libro "Sembrando y Sanando".
Pablo dice presente en todas las actividades independentistas, progresistas y ambientalistas con su mesa en la que vende sus productos, café, miel, jalea, jugos, huevos y más. Todo del país, de su finca, sin pesticidas. El hace esto aún cuando le provoca pérdidas económicas. Desde el punto de vista estrictamente económico, vender su producto en estas actividades, a veces de escasa concurrencia, no tiene sentido. Pero el compromiso desinteresado es la esencia del patriotismo.
Y por último, el digno ejemplo de Toño Alvarez. quien llevó la empresa Pollos Picú al éxito. Desde mucho antes de surgir el pretencioso y rimbombante concepto de "responsabilidad social empresarial", ya Don Toño estaba poniendo en práctica un modelo de capitalismo social, solidario y patriótico del cual pueden dar fe las comunidades de Aibonito y Coamo, los avicultores del país, y quienes fueron sus empleados.
Yo, siendo socialista, rindo homenaje al legado de ese señor quien siendo capitalista y patrono nos dio a todos nosotros cátedra de éxito empresarial, afirmación nacional y desprendimiento solidario. Fue una pena y una tragedia para todos nosotros los puertorriqueños ver cómo esa empresa, que una vez fue orgullo de nuestra nación, se fue al infierno tras la salida de Don Toño, no solamente debido a la mala fe de los yanquis sino también en gran medida a la incapacidad e ineptitud (o peor) de sucesivos administradores.
Yo no estoy diciendo en modo alguno que la agricultura orgánica no sea importante. No quede ninguna duda que aspiramos a nada menos que la total transformación de toda la agricultura nacional y mundial hacia prácticas ecológicas, la abolición de los agrotóxicos, los transgénicos, los monocultivos y los detestables corrales de engorde ("feedlots" en inglés) de la ganadería industrial. No quede duda que obligatoriamente debemos movernos como nación puertorriqueña y como sociedad global hacia la producción agrícola artesanal, post-industrial, no capitalista, post-patriarcal, descentralizada, de huella ecológica reducida, que favorezca el pequeño productor sobre las producciones de escala industrial. Aquellos quienes siendo progresistas y anti-imperialistas crean que las técnicas y métodos del capitalismo del agronegocio se pueden usar para erigir un sistema alimentario justo y ético, que asegure la soberanía alimentaria, están en un grave error.
No podemos pintar un cuadro romántico e idealizado de esas modalidades de agricultura que debemos convertir en cosa del pasado. Picú, al igual que sus competidores y sucesores, era una operación avícola industrial al estilo USA, una modalidad de producción en masa de carnes en encierro en que las aves pasan sus breves y miserables vidas confinadas en ranchos hacinados, al menos cien mil bajo un mismo techo; un sistema agroindustrial inherentemente insustentable debido- entre otras razones- a las enormes cantidades de agua y combustible fósil que requiere su funcionamiento; que tiene el repudio de ecologistas y partidarios de la nueva agricultura ecológica; un sistema cuyos horrores fueron documentados y expuestos en las recientes películas "Food Inc" y "The Meatrix".
En el curso de una investigación sobre la historia de la avicultura en Puerto Rico en 2009 tuve el placer de concocer a Tony Alvarez, hijo de Don Toño, quien tuvo la gentileza de darnos a una colega y a mí un día entero de su tiempo, contándonos la saga de Picú y enseñándonos las fincas que una vez suplieron a la empresa. De todas las personas que entrevistamos en el curso de la investigación, Tony Alvarez fue prácticamente el único que entendía la necesidad de trascender el sistema de producción avícola actual y dar el paso acertado hacia una avicultura ecológica, que trate con dignidad y ética a los animales que nos alimentan.
En definidas cuentas, en nuestro afán de movernos hacia un futuro agroecológico, no podemos reducirlo todo a convencional malo - orgánico bueno. Ojalá fuera así de sencillo, pero ante realidades complejas necesitamos pensamientos complejos.
Por último, hace falta humildad, porque los practicantes y aliados de la agricultura orgánica deben reconocer que aún de agricultores convencionales es posible aprender lecciones muy importantes.
Carmelo Ruiz Marrero
autor, periodista y educador ambiental, y dirige el Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico (http://bioseguridad.blogspot.com/ ), el cual fundó en 2004. Su primer libro, "Balada Transgénica: Biotecnología, Globalización y el Choque de Paradigmas", fue http://www.alainet.org/active/39348&lang=es
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