lunes, 23 de agosto de 2010

Ecoblogueros, la última palabra

Viven sin dinero. Sin electricidad. Sin coche. Quieren reducir su impacto ambiental al mínimo… y transformar el mundo. Pueden parecer bichos raros, pero los blogs donde comparten su experiencia tienen miles de seguidores. Se han convertido en sorprendentes estrellas de la Red.
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Día Uno. Las sábanas están tan frías que se notan rígidas como planchas de cartón. El invierno inglés no perdona a las 5.30 de la mañana. Mark Boyle se despierta en su nueva casa, una caravana en la granja de Radford Mill (Bath, Inglaterra), donde labra a cambio de ocupar un terreno. Hace algunas flexiones para despejarse. Enciende, no sin esfuerzo, la especie de cocina que ha construido con un tiro de chimenea y dos grandes latas de aceite. Entre prender fuego y calentar el agua, tarda más de media hora en prepararse un té. Hay que coger energías antes de bañarse… en un regato en medio del bosque. "Sí, hace frío, ¡pero vaya paisaje!", se anima. Después, recolecta setas y hierbas para comer, lava ropa a mano en una palangana, construye una letrina de madera… Así es la nueva vida de Boyle desde el 28 de noviembre de 2008. Adiós al joven empresario: este irlandés (Ballyshannon, 1979) se ha convertido en The Moneyless Man.


El nombre lo dice todo. Vive sin dinero: cerró su cuenta bancaria, regaló sus bienes, se gastó los últimos 400 euros en una placa solar para no depender de ninguna red eléctrica. ¿Por qué? "Leí un libro de Gandhi y me di cuenta de que el mundo se destruye por culpa de nuestros actos cotidianos… así que decidí convertirme en el cambio que quiero ver", asegura. Su blog (www.justfortheloveofit.org), con 23.000 miembros, deja constancia de cada uno de sus pasos. Ese primer día, al atardecer, escribía: "¡Sigo vivo!".

Igual que Boyle, una serie de ecoblogueros de todo el mundo está conquistando la Red. Solo les une su lucha contra el cambio climático mediante una vida extrema. Y su forma de narrarla. "En los blogs se busca el relato en primera persona, que es en torno a lo que pivota el sistema informativo de Internet. Y lo verde se presta mucho a las vivencias", explica David de Ugarte, experto en redes sociales. El último informe del barómetro Technorati contabilizó 133 millones de bitácoras; decenas de miles de ellas, dedicadas al medio ambiente. Una encuesta de Penn Schoen & Berland a 3.000 internautas predice que en los próximos años el asunto en que los blogs tendrán mayor influencia (solo por detrás de la política) será la ecología.

No es de extrañar que más de uno se gane la vida con su web. Fergus Drennan se dio a conocer en www.wildmanwildfood.com. Ahora está considerado un gurú de la comida salvaje. Tiene, cómo no, un sobrenombre: The Forager (algo así como "el buscador de alimentos"). Cuchillo y cesta en mano, rastrea bosques y marismas en busca de algas y hongos. Vende su cosecha en el mercado y a restaurantes de prestigio como el del popular Jamie Oliver. Escribe artículos para revistas. En su web cuelga consejos y recetas… y publicita los cursos donde enseña sus artes.

Uno de sus alumnos fue Mark Boyle. Antes de comenzar su experimento, el irlandés necesitaba nuevos saberes. De Fergus aprendió a distinguir las setas venenosas, a cocer té de hojas de ortiga o lavarse los dientes con semillas de hinojo y huesos de sepia (que matan las bacterias que formarían la placa). Drennan no estudió botánica, pero en sus 35 años le ha dado tiempo a "leer, ver y probar". El secreto –revela por teléfono– es "ser paciente y tener salud para pasar horas agachado, hurgando; trepar a los árboles o escapar de un toro. ¡En serio, eso sucedió!". Como vegano, se impone pasar temporadas alimentándose de lo que encuentra en el campo. En su blog se lee: "Para desayunar encontré unas bayas de saúco… creo que un mes entero así va a ser una eternidad".

Uno de los pioneros en renunciar al lujo occidental y narrarlo por Internet fue, en 2006, Colin Beavan, un escritor neoyorquino al que hoy se conoce como No Impact Man. Durante 365 días, junto a su mujer y a la pequeña Isabella, redujo al mínimo su impacto. Prescindieron de la electricidad (lavadora, televisión, ascensor) y se iluminaron con velas. Nada de metro o autobús: ¡a caminar! Solo comieron productos cultivados a menos de 250 kilómetros. La revista Time incluyó el blog (http://noimpactman.typepad.com) en el top 15 de las webs ecologistas. Beavan publicó un libro (en papel reciclado). The New York Observer lo criticó: "Este subgénero tan popular implica convertirse uno mismo en una tarea y contarlo en un diario online. ¿Por qué comprar la vaca –el libro– si puedes beber la leche gratis en el blog?".

Superado el año de prueba, ninguno de estos outsiders ha relajado sus hábitos. Boyle se opone con firmeza al uso de combustibles fósiles. Si el periodista quiere entrevistarle en persona y para ello ha de volar en avión, le contesta: "No, no es una opción sostenible".

Beavan, por su parte, sigue sin usar el coche. "Caminar a todas partes es genial para la salud: adelgacé 20 kilos", afirma desde Manhattan.

Inspirado en él, un hombre al otro lado del charco le imita incluso en el nombre: Low Impact Man ("el hombre de bajo impacto"). Steven Vromman (Gante, 1961), asesor medioambiental, se dio cuenta de que "explicaba a los demás cómo salvar el planeta, pero no lo aplicaba". Pensó en Adam y Marieke, sus hijos; en el mundo que iba a dejarles. "Me pregunté: ¿y si hago todo lo posible por no contaminar?". Renunció al coche (viaja en su bicicleta plegable) y a la calefacción. Aunque aisló su loft, en invierno la temperatura no supera los 15 grados. "Solo hay que ponerse más ropa. ¡Habría sido peor en Rusia!", argumenta. Para el agua, recoge la lluvia con un bidón bajo su tejado. Se ducha en un barreño. Así gasta 14 litros al día, la décima parte que cualquier belga.

Un año después, ha perfeccionado una bicicleta con una dinamo para cargar la batería de su ordenador. Su bitácora, www.lowimpactman.be (en neerlandés), ronda las 1.000 visitas diarias. Vromman se gana el pan con sus conferencias. Y no es el único. La encuesta de Penn Schoen & Berland muestra que dentro del 9% de los blogueros que obtienen ganancias de sus bitácoras, dos de cada diez dan charlas de los temas sobre los que escriben.

Ese es precisamente el modo de vida de la alemana Heidemarie Schwermer. Con una salvedad: no cobra ni un céntimo. Desencantada de su trabajo como psicoterapeuta, fundó una sociedad de trueque en Dortmund. En 1996 quiso demostrar que un mundo de libertad y respeto con el entorno es posible. Donó sus posesiones (salvo algo de ropa) y se deshizo del dinero. Ahora, a cambio de techo o alimento, se ofrece para limpiar, cuidar a mayores…

es más difícil citarse con esta alemana (¡de 67 años!) que con un futbolista. Como no tiene móvil, solo se la puede llamar al número del lugar en el que se hospede. "He vivido en tantos sitios solo un par de días…". Esta vez contesta desde el estudio de una artista en Francfort que le ha pintado un retrato (Mujer nómada). Algunos de los lectores de su web (http://projekte.free.de/gibundnimm) la llaman aprovechada. Ella contesta: "Dar y recibir es posible incluso cuando no tienes nada". Mark Boyle la admira, y la cita en su libro, The Moneyless Man. Schwermer le resta importancia: "No quiero dar ejemplo. Solo motivar a la reflexión".

Sonja Kruse (Sudáfrica, 1975), en cambio, sí busca implicar al prójimo: "Soy una relaciones públicas de Sudáfrica para los propios sudafricanos". Desde hace 280 días (cuando abandonó su coche y su trabajo de guía turística) viaja de una punta a otra de su país sin nada en el bolsillo. Se rebela contra la baja autoestima nacional. Su aventura es colectiva: quiere "depender de los demás, descubrir el ubuntu, la hospitalidad". Ha conocido a 124 familias. Nadie le ha negado cobijo todavía. "Esto es una historia de amor con Sudáfrica, todos quieren contribuir", explica por teléfono desde Eshowe. Su blog (http://letterdash.com/skruse), con más de 4.000 seguidores, sirve como diario y como carta de presentación. A través de la Red le han ofrecido patrocinios, a los que se niega. Es feliz caminando en la naturaleza, cargando su pesada mochila. Y cuando su viaje termine, ¿qué? "No sé dónde dormiré mañana… ¿cómo voy a pensarlo?".

Han pasado 19 meses desde aquella gélida mañana de noviembre en que Mark Boyle despertó por primera vez en su caravana y se bañó en el río. Se encuentra "más sano que nunca". Dedica varias horas a su blog y a atender a la prensa. Desde fuera, se le suele retratar de forma superficial. Es difícil evitar el escepticismo, hacer un esfuerzo para no juzgarle por sus pequeñas incoherencias y aceptar su mensaje de fondo.

Como Boyle, estos ecoblogueros creen que se pueden cambiar las cosas. No parecen una moda pasajera. Aunque David de Ugarte matiza: "Los blogs basados en la extravagancia pierden interés rápidamente. Para sobrevivir, deben trabajar la relación con los lectores". Un dato los avala: el informe Green Brands de 2010 concluyó que a la mayoría de sus 9.000 encuestados les preocupa el medio ambiente. Quizá pocos estén dispuestos a desenchufar los electrodomésticos. Y mucho menos a beber té de ortigas. Pero ya lo dice Steven Vromman: "La gente necesita ejemplos que seguir. Llegará un día en que lo que hacemos hoy sea tan normal que nadie nos preste atención".

Fuente: JAVIER HERAS 15/08/2010 ELPAIS.com

1 comentario:

observador subjetivo dijo...

Os invito a leer mi opinión sobre el tema del reciclado en este post que publiqué hace algunas semanas en mi blog:

http://observadorsubjetivo.blogspot.com/2010/07/reciclar-si-pero-no-asi.html