martes, 15 de junio de 2010

Producción ecológica: por el derecho a no cultivar transgénicos.

La Asociación CAAE, que forma parte del grupo IFOAM-Europa en representación del sector ecológico español, quiere recordar en esta cuarta edición de la Semana Ecológica el alto riesgo de contaminación accidental por organismos genéticamente modificados que afrontan los productores ecológicos, así como los riesgos potenciales de los cultivos transgénicos para la salud y el medioambiente.

La superficie mundial de cultivos transgénicos alcanzó los 134 millones de hectáreas de cultivo en 2009, lo que supone un incremento del 7,2% de la superficie dedicada a estas producciones, según el informe anual publicado por el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA, en sus siglas en inglés). España sembró el 80% por ciento del maíz Bt, el único permitido hasta ahora, en la UE. En marzo de 2010, la Comisión Europea ha autorizado además el cultivo de nuevos transgénicos en la UE, dejando en manos de cada uno de los gobiernos comunitarios la decisión de cultivar o no estos productos.

El sector español de la producción ecológica denuncia que en España, tras más de diez años de coexistencia real, las medidas para autorizar la liberación comercial de variedades de maíz transgénico (equivalentes a las reglas de coexistencia) han ocasionado numerosos casos de contaminación en maíz de producción ecológica en Aragón, Castilla-La Mancha, Cataluña y Navarra y se desconoce el impacto en el maíz convencional, puesto que no se ha realizado un seguimiento adecuado, por carecer de un sistema de certificación como el ecológico.

La contaminación genética de cultivos no transgénicos parece inevitable y atenta contra otras opciones de cultivo, como el ecológico, además de poner en peligro la pervivencia de variedades autóctonas de maíz y producir daños potenciales a los suelos, flora y fauna. Por ello, es necesaria una regulación de la coexistencia de estos cultivos transgénicos con los ecológicos y los convencionales que garantice las opciones productivas.
Nuevos transgénicos permitidos por la Comisión Europea


El pasado 2 de marzo, la Comisión Europea autorizó el cultivo en territorio comunitario de una patata genéticamente modificada que producirá la firma alemana BASF y que estará destinada a la producción de almidón para la industria papelera. La utilización de sus subproductos para la fabricación de piensos para animales y la comercialización de tres tipos de maíz transgénico, que sin embargo no está permitido cultivar en la UE, completan una serie de decisiones a favor de la producción de transgénicos que marca una línea de evolución al alza para la introducción de estos productos en el mercado europeo.

El cultivo de la patata 'Amflora' es la primera autorización del Ejecutivo comunitario en doce años, después del permiso otorgado en 1998 a la compañía Monsanto para cultivar su maíz MON 810. La CE traslada la decisión final de cultivarla a los estados miembro, aquellos que no quieran permitir este cultivo en su territorio podrán adoptar “salvaguardas”, como ya hicieron varios países europeos (Francia, Alemania, entre otros) con el maíz MON 810. En la misma jornada, la CE aprobó la comercialización de tres variedades de maíz transgénico Monsanto (MON863xMON810, MON863Xnk603 y MON863xMOPN810XNK603).

Los argumentos esgrimidos a favor de la decisión de Bruselas se basan principalmente en que la patata Amflora no se dirige al consumo humano ni animal, su comercialización se centrará en los contratos con empresas papeleras. Pero pocos quieren recordar que la “contaminación accidental” hasta un 0,9% de organismos modificados está permitida.

Por su parte, las asociaciones ambientales y agrarias critican la decisión de Bruselas y “advierten que este cultivo supone un riesgo inaceptable para la salud de las personas y de los animales, así como para el medio ambiente”. Precisamente, el 24 de marzo se presentó en Bruselas un informe basado en la experiencia de España en el que se rechaza la posibilidad de “coexistencia” de los cultivos de transgénicos con los ecológicos por el riesgo de “contaminación” y por el “impacto socioeconómico” de los OGM sobre los tradicionales, documentando casos en los que se han producido pérdidas entre 6.000 y 24.000 euros por productor como consecuencia de la “mezcla” involuntaria de sus cosechas con esos organismos. El documento, que cita datos de la Agencia Española para la Seguridad Alimentaria, indica que 17% de alimentos con maíz o soja en España contienen OGM, entre otros, en productos como papillas, leche infantil, yogures o galletas. Estos alimentos no indican que “contienen OGM” porque la proporción de transgénicos no llega al umbral del 0,9% exigido por la UE, a partir del cual es obligatorio ese etiquetado.

¿Qué son los OGM (organismos genéticamente modificados)?

Según la Organización Mundial de la Salud, los Organismos Modificados Genéticamente (OGM) pueden ser definidos como organismos cuyo material genético (ADN) ha sido alterado de forma no natural.

El objetivo inicial de la modificación genética es mejorar la protección de las cosechas a través de la introducción de resistencia contra plagas o enfermedades causadas por insectos o virus o mediante el incremento de la tolerancia a herbicidas.

Los argumentos favorables a las técnicas de ingeniería genética dirigidas a la alimentación señalan que estos cultivos pueden contribuir a elevar la producción y productividad según la FAO. “No obstante, la FAO reconoce también la preocupación por los riesgos potenciales que plantean algunos aspectos de la biotecnología. Tales riesgos pueden clasificarse en dos categorías fundamentales: los efectos en la salud humana y de los animales y de las consecuencias ambientales”, este texto forma parte de la declaración sobre los alimentos transgénicos de la organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas, y añade: “Hay que actuar con precaución para reducir los riesgos de transferir toxinas de una forma de vida a otra, de crear nuevas toxinas o de transferir compuestos alergénicos de una especie a otra, lo que podría dar lugar a reacciones alérgicas imprevistas. Entre los riesgos para el medio ambiente cabe señalar la posibilidad de cruces genéticos no previstos que podrían dar lugar, por ejemplo, al desarrollo de malas hierbas más agresivas o de parientes silvestres con mayor resistencia a las enfermedades o provocar tensiones ambientales, trastornando el equilibrio del ecosistema. También se puede perder la biodiversidad, por ejemplo, como consecuencia del desplazamiento de cultivos tradicionales por un pequeño número de cultivos modificados genéticamente.”

A pesar de sus aparentes ventajas, países como Alemania, Rumanía, Italia, Polonia, Francia, Grecia, Austria y Hungría ampliaron en 2009 su moratoria al maíz MON-810, el único cultivo transgénico permitido en Europa y en el que España ostenta el liderazgo.

Fuente: www.ecoticias.com

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