El modelo agrícola intensivo está planificado para alimentar a todo el planeta y paliar el hambre que sufre gran parte de la población mundial. Sin embargo, el actual modelo de agricultura intensiva conlleva el empobrecimiento de la tierra de cultivo, causa enormes daños medioambientales y se basa en la utilización de productos químicos derivados del petróleo que desestabilizan los costes de producción agrícola.
Estas evidencias hacen que sea imprescindible encontrar un modelo alternativo capaz de alimentar a 9.000 millones de seres humanos hasta 2050, suministrarles energía y biomateriales y que al mismo tiempo respete el medioambiente.
Una de las alternativas que podrían resultar viables para este fin y que fue objeto de debade durante el pasado Salón de la Agricultura de París, que tuvo lugar en marzo de 2010, es la Agricultura Ecológicamente Intensiva (AIE). Este método, cuya teoría fue desarrollada por el ingeniero agrónomo y economista francés Michel Griffon, aprovecha el funcionamiento natural del medio, en lugar de someter a la tierra a un proceso artificial. Según Michel Griffon," debemos adoptar un sistema productivo que respete el funcionamiento y las restricciones de la diversidad ecológica. La AIE intenta ser pragmática y no ideológica. Existen numerosas técnicas que se pueden aplicar. Yo he censado unas 1.500 para poner en marcha en función de las condiciones locales".
La agricultura ecológicamente intensiva ya existe, muchos agricultores utilizan métodos propios de este tipo de agricultura tales como la lucha biológica, la siembra directa sobre rastrojo o la agroforestería (técnica basada en la combinación de árboles y arbustos con cultivos y ganado). Otras técnicas de la AIE supondrán una auténtica revolución en el mundo agrícola. Es el caso del fin de la labranza, técnica ancestral que hoy en día se está reconsiderando en beneficio de la siembra directa sobre rastrojo. Cada vez más expandido por el mundo, este método aúna tres grandes principios: ausencia del trabajo del suelo (arado), una cobertura vegetal permanente (residuos del cultivo anterior o de plantas) y una rotación razonada de los cultivos.
Los beneficios de este método son numerosos: la cobertura alimenta a los organismos que dan vida al suelo y mejoran su fertilidad. Otros beneficios son que se frena la erosión del terreno, se consigue un importante ahorro de agua y combustibles al mismo tiempo que un elevado rendimiento incluso en tierras de dudosa fertilidad.
Buenas hierbas contra malas hierbas
En la lucha contra las malas hierbas, la AIE propone el aprovechamiento de las alelopatías de ciertas plantas. Especies como el sorgo o el trigo sarraceno segregan unas moléculas que se comportan como herbicidas naturales. Las posibilidades de los fenómenos alelopáticos en la reducción del uso de herbicidas y fungicidas son enormes y aún escasamente aprovechadas.
Estas evidencias hacen que sea imprescindible encontrar un modelo alternativo capaz de alimentar a 9.000 millones de seres humanos hasta 2050, suministrarles energía y biomateriales y que al mismo tiempo respete el medioambiente.
Una de las alternativas que podrían resultar viables para este fin y que fue objeto de debade durante el pasado Salón de la Agricultura de París, que tuvo lugar en marzo de 2010, es la Agricultura Ecológicamente Intensiva (AIE). Este método, cuya teoría fue desarrollada por el ingeniero agrónomo y economista francés Michel Griffon, aprovecha el funcionamiento natural del medio, en lugar de someter a la tierra a un proceso artificial. Según Michel Griffon," debemos adoptar un sistema productivo que respete el funcionamiento y las restricciones de la diversidad ecológica. La AIE intenta ser pragmática y no ideológica. Existen numerosas técnicas que se pueden aplicar. Yo he censado unas 1.500 para poner en marcha en función de las condiciones locales".
La agricultura ecológicamente intensiva ya existe, muchos agricultores utilizan métodos propios de este tipo de agricultura tales como la lucha biológica, la siembra directa sobre rastrojo o la agroforestería (técnica basada en la combinación de árboles y arbustos con cultivos y ganado). Otras técnicas de la AIE supondrán una auténtica revolución en el mundo agrícola. Es el caso del fin de la labranza, técnica ancestral que hoy en día se está reconsiderando en beneficio de la siembra directa sobre rastrojo. Cada vez más expandido por el mundo, este método aúna tres grandes principios: ausencia del trabajo del suelo (arado), una cobertura vegetal permanente (residuos del cultivo anterior o de plantas) y una rotación razonada de los cultivos.
Los beneficios de este método son numerosos: la cobertura alimenta a los organismos que dan vida al suelo y mejoran su fertilidad. Otros beneficios son que se frena la erosión del terreno, se consigue un importante ahorro de agua y combustibles al mismo tiempo que un elevado rendimiento incluso en tierras de dudosa fertilidad.
Buenas hierbas contra malas hierbas
En la lucha contra las malas hierbas, la AIE propone el aprovechamiento de las alelopatías de ciertas plantas. Especies como el sorgo o el trigo sarraceno segregan unas moléculas que se comportan como herbicidas naturales. Las posibilidades de los fenómenos alelopáticos en la reducción del uso de herbicidas y fungicidas son enormes y aún escasamente aprovechadas.
La Agricultura Intensivamente Ecológica (AIE) supone un avance en la lucha contra el calentamiento global. En ella, los agricultores no gestionan simples técnicas, sino procesos globales que combinan los tratamientos naturales contra las plagas y una intensa prevención de los daños para que el uso de pesticidas sea el último recurso.
Un complejo sistema
En general, los sistemas agrícolas ecológicamente intensivos son más complejos ya que reúnen un mayor número de especies que un terreno cultivado de forma convencional. Pero está comprobado que, cuanta mayor biodiversidad, mayor productividad del sistema y mayor resiliencia ante los riesgos climáticos y ante los ataques de plagas y enfermedades.
Una política que estimule la AIE
El cambio de hábitos y de técnicas supone un riesgo para el agricultor. Este riesgo es aún mayor si tenemos en cuenta que la mayoría de los agricultores del mundo son pobres.
Los agricultores no deben encontrarse solos frente a tanta incertidumbre y la sociedad tiene la obligación de apoyar a esta profesión cuyas responsabilidades sociales y medioambientales son muy grandes. Sin el apoyo de los poderes públicos, será prácticamente imposible que puedan expandirse las técnicas de la agricultura ecológicamente intensiva.
Por otra parte, los beneficios ecológicos que aporta la AIE tales como la purificación del agua, el mantenimiento del nivel de las capas freáticas, el almacenamiento de CO2, el freno de la erosión, la conservación de la biodiversidad y del paisaje, constituyen un incentivo para impulsar su difusión.
Costa Rica
En Costa Rica, la ley aprueba desde 1997 la remuneración económica a los agricultores en concepto de cuatro servicios ecológicos: el almacenamiento de CO2, la conservación de la biodiversidad, la regulación del agua y la belleza de los paisajes. El dinero con que se retribuyen estos servicios proviene de una tasa sobre los hidrocarburos. Asimismo, el sector privado también paga a los agricultores por servicios ecológicos tales como la reforestación cerca de las presas hidroeléctricas para limitar la erosión o por la conservación de paisajes, de gran interés para las compañías relacionadas con el turismo. Estos pagos permiten a los agricultores superar la barrera psicológica que representa el cambio de técnicas, además de suponer un ingreso suplementario a su actividad.
El ejemplo de Laos
El gobierno de Laos lleva a cabo desde hace 15 años un plan de difusión del método de siembra directa sobre rastrojo vegetal con la ayuda del CIRAD (Centro de investigación francés de ayuda al desarrollo de la agricultura en los países del sur). El método es ideal para los suelos montañosos de este pequeño país asiático que, cada año, se degradan debido a los violentos monzones. En Laos, el 80% de la población vive de la agricultura, hecho que hace aún más necesaria la conservación de su suelo de cultivo.
Para convencer a los agricultores de la eficacia de esta práctica, se llevaron a cabo varios proyectos piloto cerca de la frontera con Tailandia. De esta forma, el gobierno decidió de extender el método a todo el país e impartir formación en los establecimientos agrícolas. Actualmente, el principal objetivo es implicar al sector privado en el desarrollo y la difusión de este método agrícola, ya que en Laos los sistemas de monocultivo intensivo están financiados por la iniciativa privada y los beneficios del método de siembra directa sobre rastrojo vegetal son menores a corto plazo, aunque la garantía de cosecha es más estable y mayor a medio y largo plazo.
Fuente: www.ladyverd.com
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