Existen varias causas responsables de la desaparición de numerosas especies vegetales en la tierra. Estas causas son mayoritariamente provocadas por la acción del hombre: contaminación, sobreexplotación y cambio climático. La perturbación de los ecosistemas avanza a un ritmo mucho más elevado que el curso natural de extinción, lo que propicia la rápida pérdida de biodiversidad.
Desde que las máquinas sustituyeron al trabajo físico, el hombre ha intensificado la actividad agrícola no para conseguir más especies, sino para aumentar el rendimiento de la tierra y sus beneficios. Esta producción intensiva se resume en cinco puntos: monocultivo, alto rendimiento, abonos químicos, pesticidas y mecanización.
Poco a poco, frutas y hortalizas de toda la vida van siendo sustituidas por nuevas variedades provenientes de sistemas agrícolas intensivos. El número de especies provenientes de la agricultura extensiva (por oposición a intensiva) ha ido disminuyendo a medida que el mercado mundial de semillas pasó a ser una cuestión económica de enorme magnitud.
El tomate
Las multinacionales llevan a cabo una selección de especies vegetales basada en su potencial comercial. Este hecho se puede constatar en los comercios especializados y en los supermercados: los frutos, en muchas ocasiones, son productos híbridos de idénticas medidas y calibre que conservan su color y su estado con el paso del tiempo. Un claro ejemplo es el tomate, que podemos introducir en la nevera y cuyo aspecto permanecerá inalterado durante semanas.
A principios del siglo pasado existían 7.000 variedades de tomate. Actualmente, la Unión Europea censa apenas unas 150, de las cuales sólo 70 se comercializan. En los mercados encontramos, hoy en día, unas 5 variedades de tomate.
La manzana
El caso de la manzana es bastante similar. A principios del siglo XX, en Francia existían 3.600 variedades del preciado fruto. Hoy en día, en los puestos de los mercados, se encuentran unas 10 variedades de manzana.
La patata
La patata no es una excepción: la totalidad de las patatas fritas que abastecen a la mayoría de los restaurantes de comida rápida del mundo provienen de 4 únicas variedades de patata.
La agricultura intensiva, cuyo principal objetivo es el beneficio económico, repercute de forma negativa para el hombre y el medioambiente: en el afán por incrementar la producción, los productos provenientes de la agricultura intensiva acaban contaminados por numerosos pesticidas, lo que provoca una pérdida de vitaminas, la ausencia de sabor y unos riesgos cada vez mayores para la salud del hombre y del planeta.
El consumidor ideal
Mediante el cultivo de especies diseñadas para lograr un alto rendimiento, las multinacionales y los supermercados han conseguido estandarizar nuestra alimentación en detrimento de la biodiversidad. Han conseguido unos enormes ahorros económicos y han creado un perfil de consumidor ideal. La competición por lograr un mayor margen para unos y la cultura del consumismo para los otros han llevado a la modificación de los hábitos alimenticios de la población.
La alimentación ha dejado de ser el principal gasto en el presupuesto familiar, que ahora han pasado a ser la vivienda y el transporte. La alimentación se encuentra en tercera posición debido al gasto en productos cárnicos y elaborados, muy por encima del de frutas y hortalizas frescas, en continuo descenso.
Muchos ciudadanos europeos no consumen ni frutas ni verduras frescas debido a su elevado precio. Sin embargo, a menudo, aquellos que se ven disuadidos de adquirir un kilo de manzanas por tres euros no dudan en gastar 100 euros en la compra de un nuevo modelo de teléfono móvil.
El comportamiento de los consumidores conlleva una importante incidencia sobre la biodiversidad: para producir 1Kg de carne se necesitan 7Kg de cereales. En media hectárea de tierra cultivable pueden producirse 70Kg de buey o 10.000 kilogramos de patatas. Para las multinacionales, cuyas elecciones se basan en la rentabilidad financiera a corto plazo, no cabe duda: la carne se vende mejor. En este contexto de valores sociales falseados, el consumidor desempeña el papel de peón.
La alternativa
Sin sabor, sin vitaminas, sin variedad, con pesticidas: estas características son los principales motivos que impulsan al consumidor responsable a elegir los productos ecológicos. Como solución a la cuestión económica, un número creciente de ciudadanos apuesta por crear sus propios huertos. Basta un pequeño espacio en el jardín o incluso en el balcón para cultivar hortalizas, frutas o hierbas aromáticas ecológicas. Otra solución que va tomando forma es la rehabilitación de jardines municipales o comunitarios en los que cultivar las antiguas especies que el mercado ha olvidado. Nada más saludable y reconfortante que una ensalada fresca que uno mismo ha cuidado día a día.
Fuente: www.ladyverd.com
Desde que las máquinas sustituyeron al trabajo físico, el hombre ha intensificado la actividad agrícola no para conseguir más especies, sino para aumentar el rendimiento de la tierra y sus beneficios. Esta producción intensiva se resume en cinco puntos: monocultivo, alto rendimiento, abonos químicos, pesticidas y mecanización.
Poco a poco, frutas y hortalizas de toda la vida van siendo sustituidas por nuevas variedades provenientes de sistemas agrícolas intensivos. El número de especies provenientes de la agricultura extensiva (por oposición a intensiva) ha ido disminuyendo a medida que el mercado mundial de semillas pasó a ser una cuestión económica de enorme magnitud.
El tomate
Las multinacionales llevan a cabo una selección de especies vegetales basada en su potencial comercial. Este hecho se puede constatar en los comercios especializados y en los supermercados: los frutos, en muchas ocasiones, son productos híbridos de idénticas medidas y calibre que conservan su color y su estado con el paso del tiempo. Un claro ejemplo es el tomate, que podemos introducir en la nevera y cuyo aspecto permanecerá inalterado durante semanas.
A principios del siglo pasado existían 7.000 variedades de tomate. Actualmente, la Unión Europea censa apenas unas 150, de las cuales sólo 70 se comercializan. En los mercados encontramos, hoy en día, unas 5 variedades de tomate.
La manzana
El caso de la manzana es bastante similar. A principios del siglo XX, en Francia existían 3.600 variedades del preciado fruto. Hoy en día, en los puestos de los mercados, se encuentran unas 10 variedades de manzana.
La patata
La patata no es una excepción: la totalidad de las patatas fritas que abastecen a la mayoría de los restaurantes de comida rápida del mundo provienen de 4 únicas variedades de patata.
La agricultura intensiva, cuyo principal objetivo es el beneficio económico, repercute de forma negativa para el hombre y el medioambiente: en el afán por incrementar la producción, los productos provenientes de la agricultura intensiva acaban contaminados por numerosos pesticidas, lo que provoca una pérdida de vitaminas, la ausencia de sabor y unos riesgos cada vez mayores para la salud del hombre y del planeta.
El consumidor ideal
Mediante el cultivo de especies diseñadas para lograr un alto rendimiento, las multinacionales y los supermercados han conseguido estandarizar nuestra alimentación en detrimento de la biodiversidad. Han conseguido unos enormes ahorros económicos y han creado un perfil de consumidor ideal. La competición por lograr un mayor margen para unos y la cultura del consumismo para los otros han llevado a la modificación de los hábitos alimenticios de la población.
La alimentación ha dejado de ser el principal gasto en el presupuesto familiar, que ahora han pasado a ser la vivienda y el transporte. La alimentación se encuentra en tercera posición debido al gasto en productos cárnicos y elaborados, muy por encima del de frutas y hortalizas frescas, en continuo descenso.
Muchos ciudadanos europeos no consumen ni frutas ni verduras frescas debido a su elevado precio. Sin embargo, a menudo, aquellos que se ven disuadidos de adquirir un kilo de manzanas por tres euros no dudan en gastar 100 euros en la compra de un nuevo modelo de teléfono móvil.
El comportamiento de los consumidores conlleva una importante incidencia sobre la biodiversidad: para producir 1Kg de carne se necesitan 7Kg de cereales. En media hectárea de tierra cultivable pueden producirse 70Kg de buey o 10.000 kilogramos de patatas. Para las multinacionales, cuyas elecciones se basan en la rentabilidad financiera a corto plazo, no cabe duda: la carne se vende mejor. En este contexto de valores sociales falseados, el consumidor desempeña el papel de peón.
La alternativa
Sin sabor, sin vitaminas, sin variedad, con pesticidas: estas características son los principales motivos que impulsan al consumidor responsable a elegir los productos ecológicos. Como solución a la cuestión económica, un número creciente de ciudadanos apuesta por crear sus propios huertos. Basta un pequeño espacio en el jardín o incluso en el balcón para cultivar hortalizas, frutas o hierbas aromáticas ecológicas. Otra solución que va tomando forma es la rehabilitación de jardines municipales o comunitarios en los que cultivar las antiguas especies que el mercado ha olvidado. Nada más saludable y reconfortante que una ensalada fresca que uno mismo ha cuidado día a día.
Fuente: www.ladyverd.com
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